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Las varias decenas de miles de víctimas mortales y el crecido número de damnificados que alcanza una cifra del orden de los primeros millones de habitantes, se explican también por las características del evento sísmico cuya magnitud es unas 20 veces superior a la de los terremotos de Popayán y del Quindío, incluso concentrando con mayor intensidad sus efectos dado que el epicentro ocurrió a tan solo 15 km de Puerto Príncipe y que la profundad del foco fue de tan solo 10 km, contra 20 km para los dos ejemplos señalados en Colombia.
De todas maneras, la catástrofe pudo ser más extensa: de haberse dado el evento con una profundidad de entre 20 y 40 km, habría comprometido otros escenarios urbanos vecinos de Cuba y República Dominicana, así la energía sísmica descargada en Puerto Príncipe parcialmente se hubiese disipado. Igualmente, el mecanismo focal del sismo con desplazamientos horizontales de las placas en el ambiente marino cercano, y no de desplazamientos verticales de la corteza oceánica, evitó la ocurrencia de un maremoto para el Caribe.
Y para entender mejor las dificultades que se enfrentan por el desastre, puede señalarse que en el Terremoto de Loma Prieta de similar magnitud y que estremeció el centro de California el 17 de octubre de 1989, quedó como lección que para atender los 12 mil damnificados, durante la fase de emergencia fue necesario emplear el mismo número de personas en los cuerpos de socorro, salvamento, salud, trabajo social seguridad y otros. De ahí que a pesar de los ingentes esfuerzos, durante estos días y en esta fase que son los más críticos, no se podrán satisfacer las urgentes necesidades propias de una calamidad humanitaria, en la que urge rescatar seres humanos que sobreviven atrapados bajo pilares de escombros, en medio de una dantesca tragedia que amenaza desencadenar una epidemia sanitaria y atender a los más afectados entre todos, máxime cuando la crisis estructural en materia de servicios de agua y alcantarillado agravará las circunstancias.
Debemos solidarizarnos con los hermanos haitianos, y cuidar que tras las primeras semanas no llegue el olvido para un pueblo que desde antes del desastre ya estaba damnificado, que con la desgracia del evento lo está por segunda vez, y que de no resarcir su situación caerá en desgracia por tercera vez; es que se trata de la reconstrucción ambiental y social, por las consecuencias de los errores históricos y las del evento de ahora que las pone en evidencia.
Editorial de la Circular RAC 546: solidaridad con el pueblo haitiano
Por considerarlo de interés para nuestros lectores, replicamos el editorial escrito por el profesor Gonzalo Duque Escobar aparecido en la Circular 546 de la RAC, enviada el 15 de enero de 2010 por el maestro Antonio Bernal González. |
Apreciados amigos de la astronomía:
Haití, el país más pobre de América, con el medio ecosistémico más degradado del continente y que ha sufrido los efectos de una precaria democracia durante la mayor parte de su historia, es hoy un escenario devastado como consecuencia del nefasto terremoto de magnitud 7 ocurrido a las 21h y 53m del pasado martes 12 de enero.
Las varias decenas de miles de víctimas mortales y el crecido número de damnificados que alcanza una cifra del orden de los primeros millones de habitantes, se explican también por las características del evento sísmico cuya magnitud es unas 20 veces superior a la de los terremotos de Popayán y del Quindío, incluso concentrando con mayor intensidad sus efectos dado que el epicentro ocurrió a tan solo 15 km de Puerto Príncipe y que la profundad del foco fue de tan solo 10 km, contra 20 km para los dos ejemplos señalados en Colombia.
De todas maneras, la catástrofe pudo ser más extensa: de haberse dado el evento con una profundidad de entre 20 y 40 km, habría comprometido otros escenarios urbanos vecinos de Cuba y República Dominicana, así la energía sísmica descargada en Puerto Príncipe parcialmente se hubiese disipado. Igualmente, el mecanismo focal del sismo con desplazamientos horizontales de las placas en el ambiente marino cercano, y no de desplazamientos verticales de la corteza oceánica, evitó la ocurrencia de un maremoto para el Caribe.
Y para entender mejor las dificultades que se enfrentan por el desastre, puede señalarse que en el Terremoto de Loma Prieta de similar magnitud y que estremeció el centro de California el 17 de octubre de 1989, quedó como lección que para atender los 12 mil damnificados, durante la fase de emergencia fue necesario emplear el mismo número de personas en los cuerpos de socorro, salvamento, salud, trabajo social seguridad y otros. De ahí que a pesar de los ingentes esfuerzos, durante estos días y en esta fase que son los más críticos, no se podrán satisfacer las urgentes necesidades propias de una calamidad humanitaria, en la que urge rescatar seres humanos que sobreviven atrapados bajo pilares de escombros, en medio de una dantesca tragedia que amenaza desencadenar una epidemia sanitaria y atender a los más afectados entre todos, máxime cuando la crisis estructural en materia de servicios de agua y alcantarillado agravará las circunstancias.
Debemos solidarizarnos con los hermanos haitianos, y cuidar que tras las primeras semanas no llegue el olvido para un pueblo que desde antes del desastre ya estaba damnificado, que con la desgracia del evento lo está por segunda vez, y que de no resarcir su situación caerá en desgracia por tercera vez; es que se trata de la reconstrucción ambiental y social, por las consecuencias de los errores históricos y las del evento de ahora que las pone en evidencia.
Desde el OAM, Gonzalo Duque-Escobar
http://www.manizales.unal.edu.co/oam_manizales/
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